¿Cómo se comunican las líneas, las vidas diversas que vamos viviendo, aunque intentemos negar unas y así construir otras? Por elementos comunes a todas y que, por tanto, no pertenecen a ninguna. Al afirmar esos elementos, al dejar que corran, esa vida hecha de negaciones se resquebraja, se parte, se abre en un espacio en el que coexisten las vidas posibles, descubriéndose que “tu” vida es sólo una más. O descubriendo que ella es grande, amplia, inmensa, porque se abre a un abanico de variaciones. Elegir tiene que ver con todo eso. Reconocer que tú eres también eso que no quieres ser. Que esa posibilidad tuya, que ese camino que no quieres recorrer, te acompaña y compone junto al que llamas tuyo tu vida, que los alberga a todos (¿?) Entonces descubres que lo que llamas tu vida, tu identidad, es una ilusión. Esa vida es un soñar despierto. Es un vivir, un sentir esa pluralidad en uno, pero creer que sólo eres uno y no lo otro. Alguien camina por la calle. Sueña estar en otro lugar, pero no es así. “Sueño” es esa vida construida mediante exclusiones, mediante elecciones que pretenden cortar y separar los posibles. Los posibles ya están separados, pero también comunican. Por eso vuelven. Y si solo vuelven desde la exclusión, vuelven como monstruosos. Ni a lestrigones ni a cíclopes temas nunca. No los hallarás en tu camino si no eres tú quien ante ti los pone.
Elegir, con eso comenzábamos. Elegir no es tanto tomar un camino en vez de otro sino abrir un espacio en el que los caminos puedan resonar los unos en los otros, afectarse mutuamente, ser sentidos. Abrir, inventar, crear un espacio, dibujar una línea en el que los posibles converjan en su divergencia. Cuando sólo convergen, una identidad se constituye (por negación) y con ella su otro fantasmal, el que retorna, el que no deja en paz, ese horror que sale de dentro en tantas películas de terror. Ambos son correlativos. La dicotomía crea eso que llamamos nuestra vida y construida por negaciones, a una, crea a eso Otro que como doble siniestro no deja nunca de acompañarla.
Si intentamos resumir tenemos lo siguiente:
Elegir no es tomar un camino y no otro, haciendo del primero “nuestra vida” y no la otra, deseo ilusorio, soñar despierto. Elegir empieza siendo no tomar un camino u otro. Luego: crear, construir, hacer, dibujar, inventar, trazar un espacio, línea en el que se descubre que lo negado no es aniquilado sino que nos acompaña, y en el que los caminos puedan resonar los unos en los otros, afectarse mutuamente, ser sentidos sin sombra.
Elegir, con eso comenzábamos. Elegir no es tanto tomar un camino en vez de otro sino abrir un espacio en el que los caminos puedan resonar los unos en los otros, afectarse mutuamente, ser sentidos. Abrir, inventar, crear un espacio, dibujar una línea en el que los posibles converjan en su divergencia. Cuando sólo convergen, una identidad se constituye (por negación) y con ella su otro fantasmal, el que retorna, el que no deja en paz, ese horror que sale de dentro en tantas películas de terror. Ambos son correlativos. La dicotomía crea eso que llamamos nuestra vida y construida por negaciones, a una, crea a eso Otro que como doble siniestro no deja nunca de acompañarla.
Si intentamos resumir tenemos lo siguiente:
Elegir no es tomar un camino y no otro, haciendo del primero “nuestra vida” y no la otra, deseo ilusorio, soñar despierto. Elegir empieza siendo no tomar un camino u otro. Luego: crear, construir, hacer, dibujar, inventar, trazar un espacio, línea en el que se descubre que lo negado no es aniquilado sino que nos acompaña, y en el que los caminos puedan resonar los unos en los otros, afectarse mutuamente, ser sentidos sin sombra.